miércoles, 6 de marzo de 2019

La música del fin del mundo.

Por: Victor Manuel Torres
Para cualquier espectador resulta difícil desatender la banda sonora (soundtrack, le llaman) de una película. Perogrullo remataría la sentencia anterior con un “y cuantimás si la banda es buena”. Así, hemos conocido la obra musical para cine de verdaderos pilares de la industria, como John Williams (TiburónE.T.Star Wars), Hans Zimmer (Thelma&LouiseRain ManBlack RainEl rey león), Ennio Morricone (El bueno, el malo y el feoLa misiónCinema Paradiso), Nino Rota (La StradaLa dolce vitaAmarcord), Vangelis (Carros de fuegoBlade Runner), Danny Elfman (BeetlejuiceMars Attacks!Sleepy Hollow), Henry Mancini (HatariLa Pantera RosaDías de vino y rosasBreakfast at Tiffany’s), Maurice Jarre (Doctor ZhivagoLa sociedad de los poetas muertosGorilas en la nieblaAtracción fatal).
También de otros genios como Alexandre Desplat (La chica danesaEl discurso del rey), Alan Menken (La sirenitaAladinoLa Bella y la Bestia), Basil Poledouris(La Laguna azulConan el bárbaroRobocop) o Franz Waxman (RebeccaLa ventana indiscreta) o Thomas Newman (American beautyCinderella man). Hasta aquí una pequeñísima lista en la que también destacan nombres como John BarryJames HornerHoward Shore y Jerry Goldsmith, por mencionar sólo a un puñado de músicos que le han dado su impronta imborrable –y absolutamente identificable– a algunas joyas cinematográficas del planeta.
Pues bien, todo lo anterior es un evidente contrapunto con lo que sucede actualmente en las series de cualquier canal de televisión (de paga, desde luego) o plataforma digital. Sin ánimo de generalizar, supongo que ya se acabó esa tradición de encargar una banda sonora específica para darle fondo musical a una historia contada por televisión. Lo de hoy es tomar como base el universo musical existente (antiguo o contemporáneo), producido por agrupaciones o cantantes de cualquier época, género o tendencia.
Como ejemplo, uso lo que escribí en este mismo espacio en agosto pasado acerca de la segunda temporada de Luke Cage, en cuyo caso no existe una banda sonora creada específicamente para esta serie sobre este súperhéroe afroamericano, sino que la música de fondo fue encargada a Adrian Younge Shaheed Muhammad, que a su vez tomaron piezas clásicas del blues, del rhythm and blues y del reggaemás contestatario para complementar las escenas del relato televisivo. En ese selección aparece la obra de celebridades de la talla de Roy HawkinsB.B. KingAretha FranklinNina SimoneEric ClaptonWillie NelsonJeff BeckCreedenceSlashTracy ChapmanAnnie Lennox Diamanda Galás. También de James BrownThe Notorious B.I.G.Faith Evans y, desde luego, la célebre y jamaiquina familia Marley. En fin, que me parece una espléndida muestra de música que alude a la negritud y, sobre todo, la reivindica.
Pero hay otro caso reciente. Se trata de la serie The Umbrella academy, estrenada hace un par de semanas en la plataforma Netflix y que en realidad es una versión televisiva del cómic homónimo publicado por el sello Dark Horse Comics desde 2007. A mí, particularmente, la serie me pareció entretenida. Trata sobre los integrantes separados de una familia disfuncional de superhéroes —MonocleSpaceboyKrakenRumorSéanceNumber FiveHorror y White Violin—, quienes, muy a su pesar, deben enfrentar una peculiar amenaza: el apocalipsis.
El creador de la adaptación para TV de la serie se llama Steve Blackman y él mismo eligió cada pieza junto al compositor, guitarrista y cantante Jeff Russo. De esa mancuerna salió la idea de incorporar, por ejemplo, fragmentos del musical El fantasma de la ópera, de Andrew Lloyd Webber, interpretados esta vez por la violinista pop Lindsey Stirling. Asimismo aparecen piezas tan conocidas como la revolucionada Istanbul, del grupo estadunidense They Might Be Giants, o la archiconocida Don’t stop me now, del nunca olvidado Queen.
También, la ochenterísima canción I think we’re alone now, uno de los pocos éxitos de Tiffany, otra de las efímeras reinas del pop norteamericano. O Shingaling, no el clásico rumbero de Poncho Sánchez, sino la alegre melodía plena de beats saltarines y letra en español del DJ polaco Tom Swoon: “¡Mira cómo mueve la cintura y también los pies..!”.
Asimismo, está incluida la dulcísima y nostálgica canción Never tear us apart, del también ochentero y famoso grupo australiano INXS, pero en la serie es interpretada por Paloma Faith, la diva londinense del soul. Su letra es sombría, pero busca la luminosidad del amor en todas las formas, sobre todo aquella que echan de menos las relaciones rotas, incluso las familiares: “No me preguntes / lo que tú sabes que es verdad. / No tengo que decirte / que amo tu precioso corazón. / Yo estaba de pie, / tú estabas ahí. / Dos mundos chocaron / nunca podrían separarnos”.
En la selección se incluye a la mítica banda californiana The Doors (con Soul Kitchen), a Toploader (Dancing in the moonlight), a Radiohead (Exit music), a Heart (Barracuda), al cantautor inglés David Gray (This year’s love), a la banda indie y folk estadunidense Big Thief (Mary), así como la súper conocida canción Happy together, de The Turtles, pero esta vez en la versión de Ray Toro y Gerard Way, vocalista de la banda My Chemical Romance y, dato fundamental, creador del cómic The Umbrella Academy.
Por último, sobresalen dos apariciones especiales: una es el propio Jeff Russo, que compuso Vanyas Orchestra (cuya melodía anuncia el fin del mundo) y el genial maestro alemán J. S. Bach, que aparece a través del también germano David Garrett, un violinista más bien pop que “presta” sus acordes para las escenas de Ellen Page, quien a su vez interpreta a una violinista con ciertos poderes sobrehumanos que son la clave del temido Armageddon, verdadero protagonista de la serie.
No sé si desaparecerá esa tradición fílmica de encargar a un gran compositor una banda sonora original, pero quienes hoy musicalizan las series de televisión a partir de piezas ya creadas (famosas o no) suelen hacer una espléndida labor de selección.


martes, 9 de octubre de 2018

INSTRUMENTOS MUSICALES CON MATERIAL RECICLADO

La música ha estado presente desde los orígenes del hombre, la utilizaba en sus oficios religiosos a través del canto y la danza para invocar a los dioses, ser favorecidos en la cosecha o cualquier otra necesidad que tuviera. El hombre primitivo comienza a ejecutar música con sus propios utensilios de trabajo; piedra, palo, su arco, lanzas y así hasta dar origen a los instrumentos musicales, pasaron muchos siglos para llegar a la forma y clasificación que hoy tenemos, fueron muchos años y muchas las culturas las que intervinieron, y hoy se busca regresar nuevamente a los utensilios de uso común para la música.
Cuando los pequeños descubren la música desde que están dentro de la panza de la mamá es casi el único sentido que sienten y por tanto se aferran a ese sentido porque es algo que les gratifica enormemente. Y de esta forma van entrando en conexión con el mundo que les rodea. Por eso a temprana edad es importante acercarles a este nuevo universo de sensaciones por medio de la música y sus instrumentos musicales.
Lo mejor de todo es que ellos mismos sean conscientes de que los instrumentos no caen del cielo, sino que se pueden crear y que ellos mismos los pueden crear.  De esta forma disfrutarán mucho mas de sus instrumentos musicales hechos por ellos mismos.


A veces es muy difícil conseguir los materiales apropiados, mayoritariamente es mejor que sean reciclados para ayudar a nuestro planeta y que sean elementos naturales. Ya que la madera, el papel, las piedras, las hojas, el agua, la tierra, las piñas, los frutos,… nos dan mucho mas información que un simple trozo de plástico, frío e igual a todos los plásticos.


Muchas veces queremos alejar a los más pequeños de la casa de las consolas de videojuegos, de los tablets y de la tecnología en general y enseñarle a nuestros hijos nuevas maneras creativas de divertirse y pasar el tiempo saludablemente, es por esto que queremos mostrarte algunas ideas sobre como hacer instrumentos musicales caseros para niños con los cuales pasarás un tiempo agradable fabricándolos y usándolos.




Te dejamos algunas ligas para que veas como construir uno o varios instrumentos musicales y puedas desarrollar el tuyo y lo compartas con nosotros en nuestras redes sociales.
via:ahorasabes

miércoles, 8 de agosto de 2018

Música preferida mejora la salud

La música como sinónimo de sensaciones, que mejora el humor, invita a la creatividad o simplemente disminuye el nivel de estrés, se confirma con la sentencia del neurólogo Brian Harris, quien afirmó que no existe otro estímulo que involucre áreas tan amplias del cerebro, como la música.
Esta activación, según el médico de Harvard, agrupa cualquier actividad musical, ya sea escuchar canciones, tocar un instrumento o cantar, sin importar si eres o no un músico profesional, y lo haces en el baño o en otro lugar.
Sin embargo, no toda la música funciona, ya que influye si la escogida fue por la propia persona o por un tercero. Un estudio de la American reveló que la música genera reacciones “debido a la familiaridad, la previsibilidad y los sentimientos de seguridad asociados con ella”.
De esta manera, a los seguidores que prefieran el pop por encima de la ópera, por ejemplo, poco provocará en ellos escuchar este segundo género. “¡Pero francamente, si no te importa la ópera, podría tener el efecto contrario!”, considera el neurólogo Harris.
La música también produce beneficios cardiovasculares, como mejorar el funcionamiento de los vasos sanguíneos, ayudar a que el ritmo del corazón regrese más rápidamente a niveles normales después del esfuerzo físico, y reducir la ansiedad en personas que sufrieron un ataque al corazón.

LEG
via:24horas.mx

lunes, 28 de mayo de 2018

Con la música, restaurantes pueden manipular lo que comemos

Si elegimos una ensalada o una hamburguesa en un restaurante puede deberse a la música. Sí, el tipo de música incide en esas decisiones sugiere un estudio en el Journal of the Academy of Marketing Sciences.
La música ambiente, concluye, tiene un efecto sistemático en la preferencia de los consumidores en cuanto a alimentos saludables y no tan sanos. El volumen impacta la frecuencia cardíaca y la emoción. La música suave tiene un efecto calmante, haciendo que pensemos más al momento de elegir, lo que deriva en general en elecciones más saludables.
Los ambientes con más bulla aumentan la estimulación y el estrés, inspirando a los comensales a ordenar por ejemplo hamburguesa y papas fritas.
“Los restaurantes y supermercados pueden usar la música estratégicamente para influir en la conducta del comprador”, según Dipayan Biswas, PhD, de la Universidad del Sur de la Florida, quien condujo el estudio en un café en Estocolmo, en el cual se tocaron distintos géneros de música en 55 y 75 decibelios.
Durante el experimento de varias horas durante múltiples días, se encontró 20 % de más pedidos poco sanos cuando la música era alta en comparación con lo ordenado durante la música suave.


Los resultados fueron:
A 55 decibelios (295 productos vendidos)
Saludables: 32%
No saludables: 42%
Neutros: 26%
A 70 decibelios (254 productos vendidos)
Saludables: 25%
No saludables: 52%
Neutros: 23%
Estos hallazgos, dijeron los investigadores, permiten a los dueños de restaurantes manipular el volumen de la música para influir en las ventas.

POR RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ | PUBLICADO EL 24 DE MAYO DE 2018

martes, 8 de mayo de 2018

¿Por qué es importante la música para el alzheimer?

El Alzheimer es una de las enfermedades más terribles que ataca a las personas, pero un estudio podría ayudar a sobrellevar el tratamiento con la música.
Existe una compañía que alegra los días de las personas ancianas o enfermas con música, esto debido a que esto ayuda a que la mente se mantenga activa en personas que presentan problemas de Alzheimer o demencia.
La empresa sin fines de lucro brinda cursos también para los familiares, para que puedan crear y proporcionar listas de reproducción personalizadas a través del uso de iPods o sistemas de audio digital relacionado.

El dueño del local, Dan Cohen, a través de los años y con investigación que ninguno de los 16 mil asilos en los Estados Unidos usaban iPods para sus residentes. Tomando en cuenta su experiencia es que funda el sitio y crea listas de reproducción personalizadas para las personas que viven en el lugar.
La música tiene la capacidad de conectar a las personas que fueron y las que son en la actualidad. Escucharla involucra redes neuronales de gran escala que permiten esta conexión con el pasado. Además, forma parte de regiones cerebrales que son responsables de acciones motoras, emociones y creatividad.

La Universidad de Newcastle en Australia, fue la que primera que utilizó la música como parte de un estudio que ayudó a pacientes con lesiones cerebrales graves a recuperar recuerdos personales. Esta investigación fue publicada el pasado 10 de diciembre de 2013 en un medio local del país oceánico.
Con este estudio se puede explicar por qué la música puede provocar respuestas fuertes en personas con Alzheimer. Hay que destacar que el eje que activa la música se encuentra en la región de la corteza prefrontal medial, justo detrás de la frente.
La música no solo logra sacar emociones de las personas, sino que también cumple la función de un estímulo fisiológico. Esta puede entrar a diferentes partes del cerebro, recuerdos y emociones que van con él.
via: la república

viernes, 2 de marzo de 2018

¿Música? ¡Bah, qué importa!

Hace más de cuarenta mil años que el hombre, al tratar de imitar cuanto percibía a través de sus oídos, y bajo la necesidad progresiva de darse a entender con el (o la) de al lado, comenzó a balbucear sonidos prolongados, cortos, de alturas o frecuencias distintas; a tañer, pulsar, palmear, percutir, cuanto le rodeaba. Los antropólogos han dado por llamarle en ese momento y contexto de su desarrollo y evolución, el Homo musicus. Desde esa incipiente organización de sonidos ya producidos por percutir objetos, ya emitidos desde su propio cuerpo, principalmente los que manaban de su garganta (entiéndase aparato fonador), no ha dejado de acompañar al hombre en su evolución eso que hoy conocemos como música, cuya trillada y simplista definición se refiere a ella como el arte de combinar sonidos y tiempo. Sin embargo, muchos saben que este fenómeno es más complejo de lo que nos aferramos a suponer quienes no somos iniciados en los misterios de ese arte temporal.
No malgastaré líneas, por ahora, en alegar a favor de la importancia que la música fue cobrando en la vida toda del hombre. Me bastará con decir que en el lapso que limita nuestro paso por este planeta, son más las ocasiones que escuchamos música que las que abrimos un libro de historia o de cualquier otro tipo de ficción (para leerle, claro), que las que visitamos a un médico, o que consultamos un abogado, que requerimos de la asesoría de algún ingeniero, o que nos sentamos a discutir con un filósofo sobre la inmortalidad del cangrejo. Lo anterior lo escribo sin menoscabo de profesión alguna y sin afán de picar crestas, sólo es para ratificar que, como dice el párrafo anterior: son ya miles de años que la música es nuestra compañera, y pareciera que, al igual que el aire que respiramos o los alimentos que ingerimos, por consuetudinarios e inherentes a nuestra vida rutinaria, pasan desapercibidos para muchos, y son vitales (o mortales, según sea el caso). Pero atribúyale usted el grado de importancia que guste, incluso la nulidad de ésta.
Acépteme continuar en ese tenor y recordar, por si fuera necesario, que la música nos acompaña en todas nuestra actividades ordinarias y simples, tanto como en aquellas a las que hemos otorgado algún significado trascendental. Hay quienes no podemos realizar los quehaceres del hogar sin la incidental motivación auditiva, aquella que nos hace cantar a grito abierto cuando nadie nos ve ni escucha, y en un cerrar de ojos transformar ese objeto de limpieza, por todos conocido, en una finísima guitarra eléctrica estilo rockstar. Por otro lado: no se sabe de ritual religioso o cívico en que la música esté del todo ausente, su presencia parece imprescindible, entonces. Literalmente desde el nacimiento hasta la muerte este fenómeno sonoro está ahí. Aprovecharé aquí el momento para hacer gala de la vilipendiada sentencia atribuida a Nietzsche, y decir que “sin música: la vida sería un error”.
Tengo la impresión de que no es casualidad que los fabricantes de automóviles otorguen un lugar tan estratégico (¿al lado del volante? ¡Piénselo!) al reproductor de música, y debo decir que hasta ahora no conozco un coche de agencia con cavidad para botiquín (no entiendo la insistencia). Dese cuenta que, con eso, me he referido a tareas que realiza cualquier simple mortal, neófito y carente de conocimientos técnicos o teóricos de la disciplina en cuestión, qué decir entonces de quienes dedican sus vidas, o buena parte de ellas, a esta disciplina en cualesquiera de sus terrenos, niveles y géneros. Pero siendo un tema que da para tanto, iremos dejando retazos de tela para cortar y coser en otro momento.

Váyanle pensando, queridísima lectora y queridísimo lector, hasta dónde pueden influir en nosotros como individuos, como entes sociales, como ciudadanos, esos productos que consumimos de manera cotidiana. Pienso en esas frases hechas como: “somos lo que comemos”, y aquí se antoja, de manera bastante arriesgada, parafrasear a Barthes al decir que nuestra conciencia ES producto de la “polifonía” que producen en nosotros esas voces de nuestra madre, de nuestra abuela, de la tía, de los amigos, de la profesora, del entorno, y de cuanto ingerimos a través de los sentidos, vínculos con los que nos compenetramos con el mundo (me abordó la imagen de un cubrecama de mi abuela, hablando de retazos).
Entonces, si somos lo que comemos, también somos lo que vemos (y a ello le hemos delegado una responsabilidad enorme), y somos lo que olemos, lo que tocamos y, por supuesto y con sobrada razón, lo que escuchamos. No sé si ya deba comenzar a llamarle “cultura” a ese caleidoscopio sensorial que ejerce una surte de efecto de hipnótico y de fascinación en nuestra vida a solas y como ciudadanos. Pero, si nos es posible determinar qué comer y qué no, y sabemos que nuestra elección generará efectos positivos o negativos en nuestro organismo, ¿por qué no habría de suceder lo mismo con lo que consumimos por otros sentidos, por los oídos, por ejemplo?
Respire y piense un poco lo siguiente: uno puede cerrar los ojos si no quiere ver, contener la respiración si no quiere oler, no tocar si así lo decide, no separar sus labios si no desea degustar, pero: ¿puede uno no escuchar, o interferir el sentido del oído sin el recurso de las extremidades? Parece que la respuesta es clara ahora que lo piensa y ahora que coloca la punta de sus índices y medios justo en donde les tiene en este momento. En síntesis: parece que estuviéramos hechos para escuchar, de ser así, quizá ya cobre importancia lo que ingerimos día a día por conducto del oído, y sobremanera, aquello que el hombre fue configurando, hace esos tantos miles de años, para que fuera percibido a través de éste.
Demos ahora un salto abrupto para ir cerrando esta cavilación, a la complicada tarea de discriminar y emitir juicios y prejuicios, ya no sólo la importancia de la música, sino de su calidad y efecto que ésta surte en la ciudadanía. Cómo ese fenómeno sonoro demasiado humano, producto de la búsqueda de un código de comunicación y que tomó camino por sí mismo, al margen del lenguaje verbal, se ha convertido en medio y elemento básico de construcción (y deconstrucción) social. Hagamos más estridente la pregunta sobre el papel que juega en la configuración de la superestructura y su nivel de trascendencia.
Se antoja por demás difícil intentar concluir pisando el terreno estético del fenómeno musical, no lo haré, sólo dejaré en su lugar la pregunta de la relevancia de lo que consumimos como música y su influencia en nosotros como ciudadanos, y haré mención de una coda sobre los efectos de escuchar apologías a la violencia, al narcotráfico, a la misoginia, por ejemplo, y más grave aún: de consagrar como sociedad a los representantes de los géneros de tal índole en nuestro contexto político. No sobrepondré un género a otro, pues en su momento, muchos estilos y propuestas musicales que hoy consideramos de culto fueron denostados sin miramiento. Recuerde que el mismo Vasconcelos habló pestes del jazz, al igual que Theodor Adorno. Shostakovich fue apedreado en su propia casa por no cumplir con las exigencias del sistema político en turno. A Stravinsky lo querían linchar después de la “premier” de La consagración de la primavera. Incluso el rock en sus orígenes fue un tabú para las familias conservadoras.
Sin embargo, ninguno de los géneros o compositores mencionados surgieron loando el crimen, ni las masacres callejeras, ni el terror que nos desarticula como individuos ni como sociedad. Y no ha sido fortuito el lugar que el paso del tiempo les concedió ni la justicia estética que les fue conferida. En fin: quién iba a pensar que las palmaditas y los balbuceos de hace cuarenta mil años dieran para tanto. Tenga usted un buen día acompañado de su música de cabecera.}
*SAMUEL R. ESCOBAR
*Docente-investigador, Universidad Autónoma de Zacatecas

jueves, 4 de enero de 2018

La música en los Santos, por el sacerdote Ángel Moreno de Buenafuente


San Basilio (330-379): «¿Quién podría considerar enemigo a alguien con quien se canta como en una voz para dar gloria a Dios? Por tanto, el canto de los salmos también engendra caridad, la más valiosa de las bendiciones…».
San Ambrosio (340-397): La tradición narra que San Ambrosio compuso y cantó el Te Deum de manera espontánea a la hora del bautismo del joven Agustín.
San Agustín (354-430): “Un himno necesita tres elementos: canto, alabanza y alabanza a Dios. “¿Conoces lo que es un himno? Es un canto de alabanza a Dios. Si tú alabas a Dios y no cantas, tú no expresas un himno, si tu cantas y no alabas a Dios sino otras cosas, tu no expresas un himno” (Comentario al salmo 148).
San Benito (480-547): “Todos se levantarán inmediatamente cuando el cantor comienza el gloria, en señal de honor y reverencia a la Santísima Trinidad”.
San Gregorio Magno (540-604). Ordenó la fundación de escuelas de música que nutrieran de cantantes especializados a las iglesias.
San Bernardo (1090-1153): Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón”.
San Francisco de Asís (1186-1226: “Alabado seas mi Señor por todas las criaturas”.
Santa Teresa (1515-1585). “Muchas veces lo digo: que por poco que sea el punto de honra, es como en el canto de órgano, que un punto o compás que se yerre, disuena toda la música.
San Juan de la Cruz (1542.1591): “Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos, la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.”
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897): “Antes del viaje a Roma, yo no tenía especial devoción a esta santa (Cecilia). Pero al visitar su casa, convertida en iglesia, y el lugar de su martirio, al saber que había sido proclamada reina de la armonía, no por su hermosa voz ni por su talento musical, sino en memoria del canto virginal que hizo oír a su Esposo celestial escondido en el fondo de su corazón, sentí por ella algo más que devoción: una auténtica ternura de amiga…
San Pio X (1835-1914): “Los cantores desempeñan en la Iglesia un oficio litúrgico”.
Beato Pablo VI (1897-1978): “Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración. Y todo ello está en vuestras manos”.
San Juan Pablo II (1920-2005): “La especial atención que se ha de dedicar a la música sagrada deriva del hecho de que “como parte integrante de la liturgia solemne, la música sagrada tiende a su mismo fin, el cual consiste en la gloria de Dios y la santificación y edificación de los fieles”
via:ecclesia digital