viernes, 28 de abril de 2017

Música para el alma: la iniciativa que lleva amor y melodías al hospital


Desde hospitales pediátricos hasta hogares de ancianos, este proyecto solidario lleva el arte de músicos profesionales de orquestas de renombre a quienes atraviesan un mal momento de salud. Una historia que nació del dolor y traspasa fronteras.


Música para el alma es una iniciativa solidaria que nació en hospitales porteños (María Inés Ghiglione)
En un espectáculo musical, como los que pueden apreciarse en el Teatro Colón, el público espera en sus asientos, palcos o plateas a que los artistas luzcan su arte desde su lugar, el escenario. Sin embargo, el arte sacado del contexto clásico del teatro o el espacio cultural puede tener la misma potencia y expresividad que tiene desde el espacio que le es propio.
Ese es el caso de flautistas, clarinistas, solistas vocales e instrumentales que pertenecen al proyecto "Música para el alma" y llevan su profesionalidad y arte por fuera del teatro para alcanzarlo a quienes de otra forma no podrían acceder a él. Los músicos fuera de contexto, parados en el hall, pasillo o habitación de un hospital hacen sonar sus instrumentos para el deleite de los oídos de una persona que espera para sacar un turno, de un niño que está recibiendo un tratamiento o de un anciano que, acostado en una cama, se emociona con la pieza de una ópera.
Música para el alma es una iniciativa solidaria que nació en hospitales porteños (María Inés Ghiglione)
El proyecto "Música para el alma" es una iniciativa gratuita y solidaria impulsada por músicos profesionales que tocan en orquestas como la Orquesta Sinfónica Nacional,la Filarmónica del Teatro Colón, la Orquesta Estable del Teatro Colón, la de Tango de Buenos Aires o el Coro Estable del Teatro Colón, entre otras.
En 2011, a raíz de la grave enfermedad de Maria Eugenia Rubio, flautista de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, su pareja, Jorge Bergero, chelista de la Orquesta Estable del Teatro Colón, decidió hacer material el deseo de la joven artista de llevar la música que ellos sabían hacer al lugar donde ella se atendía.
En el momento más crítico de su vida, Eugenia permanecía internada en la Fundación Salud, sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida y decidió invertirlo en trascender. "María Eugenia empezó a generar estos conciertos y, como ella no podía tocar, empezamos a ir nosotros al lugar donde ella se atendía. Ahí nos dimos cuenta de que era muy diferente lo que sentíamos haciendo esos conciertos para esa gente que estaba pasando por situaciones tan complejas", contó Jorge, quien continuó la iniciativa.
"El proyecto nace acompañándola a ella y otras personas que pasaban por lo mismo con un grupo de amigos músicos del Teatro Colón donde yo tambien toco. Luego Eugenia fallece y en el mes de agosto es donde nosotros consideramos que empieza el proyecto y empezamos a ir a instituciones públicas. Ahí se fueron sumando colegas, nos extendimos a otras ciudades y después a otros países", relató Bergero a Infobae.
Un año después la idea tomó forma y se trasladó a otros espacios de salud. Ahora, con cinco años de actividad ininterrumpida, casi 300 conciertos solidarios y más de 2000 músicos voluntarios, "Música para el alma" sigue creciendo. La idea inicial fue brindar conciertos solidarios en hospitales y sanatorios porteños y actualmente ya logró llegar a centros de salud de diez países y tres continentes.

El último logro fue una gira en Bolivia de una semana. Habiendo podido llevar la idea a Uruguay, Chile, Perú, Paraguay, Ecuador, Italia, Francia e Israel, el proyecto fortalece la idea de lo que Jorge Bergero llama "una red musical solidaria internacional".

"Lo que hacemos es llevar una experiencia a otros países y pasarle la información y la idea a músicos profesionales de otros países que contactamos previamente. Vamos consiguiendo datos de musicos que esten en Buenos Aires que sean del país hacia donde vamos y empezamos a difundir e invitar para los diferentes conciertos. En Cochabamba, Bolivia se sumaron más de 150 músicos", contó el chelista del Colón.

Como impulsor del proyecto, Jorge hace mucho hincapié en que siempre se trata de una invitación, así es el sistema que manejaron siempre. En su página web, cualquier músico profesional que quiera participar puede anotarse y decidir cuándo hacerlo. "Acá cada músico dona voluntariamente su tiempo y participa en el momento que quiere y puede. Por eso tiene la energía que tiene, son cosas que no se ven pero se sienten. Es como cuando alguien saca una guitarra en un encuentro familiar. Lo sentimos desde el comienzo del proyecto, por eso no vas a ver a ningún músico mirando el reloj para irse. Todos los que están tienen ganas de estar ahí. Acá la música ya no es un fin sino que es un medio de expresión".

En cada intervención, aproximadamente 60 músicos profesionales se suman (Agustín Benencia)
En cada intervención, aproximadamente 60 músicos profesionales se suman (Agustín Benencia)
Para cada intervención artística, donde participan aproximadamente 60 músicos, los miembros del proyecto se encargan de hablar con las autoridades del hospital y avisan de la realización de la actividad para evitar ser invasivos. El objetivo siempre es llevar música clásica y popular a quienes no están atravesando un buen momento de salud. "Hay hospitales que cuando se enteran que somos músicos del Teatro Colón lo primero que dicen es que nos quieren dar el lugar con mejor acústica", contó Jorge. "Pero nosotros les decimos que vamos a donde está la gente. Tocamos para ellos, por eso es un proyecto solidario y gratuito".
Además, para el caso de los establecimientos de salud de niños, crearon un proyecto al que denominaron "Encuentros Artísticos para Pequeños" (EAPP) y llevan la música a través de cuentos con animales y canciones. Al final de cada intervención incluso los niños participan de la experiencia musical con unos pequeños violines. "Lo hacemos en guardias, áreas de pediatría de hospitales públicos y hospitales de niños. Es un grupo con 15 integrantes donde hacemos un hecho artístico que los saca de la situación en la que están". 
Ahora el proyecto se constituyó como una asociación civil, lo que le permite recibir apoyo de otras entidades y organizarse mejor, lo que es "indispensable" para Jorge. Como los participantes son estrictamente músicos profesionales, la música que tocan es del más alto nivel y, como tales, necesitan prolijidad para armar los conciertos.

Desde hospitales pediátricos a hogares de ancianos, MPA lleva música a distintos centros (Agustín Benencia)
Desde hospitales pediátricos a hogares de ancianos, MPA lleva música a distintos centros (Agustín Benencia)
"Cuando nos escuchan se conectan con una parte que ellos tienen dentro, que es lo esencial. La música en vivo transmite una energía muy sanadora, y en nosotros produce también una conexión muy profunda porque va más allá del resultado, de lo que suena, es simplemente estar presente a través del arte, y eso genera una conexión muy linda", agregó Jorge.
Aunque para ellos es difícil explicarlo con palabras, la respuesta es siempre positiva. "La gran mayoría escucha la música, canta y baila con nosotros. En el caso del Garrahan sacaron las camas al pasillo, en instituciones de pediatría hubo niños con problemas severos que no se expresaban para nada y con la música se conectaron con nosotros", relató emocionado. "En una escuela de hipoacúsicos, un chico empezó a dirigir la orquesta y en el hogar de ancianos San Martín un abuelito que estaba en su cama internado nos dijo cuando fuimos con lágrimas en los ojos 'nunca pensé que iba a volver escuchar el Brindis de La Traviata en vivo de nuevo'".
Con la certeza de ir por el buen camino y con la esperanza de que el proyecto puede alcanzar y llenar de felicidad a muchas más personas, los artistas de "Música para el alma" siguen avanzando. Esperan que cada vez sean más los músicos que se sumen, que puedan crear nuevas modalidades e intervenciones y, fundamentalmente, seguir conociendo nuevos lugares donde poder "dejar una semilla para que la idea de la red musical solidaria internacional sea posible".


via:infobae.com




jueves, 13 de abril de 2017

Pianista invidente recibe mención honorífica en examen profesional de música

El joven invidente José Antonio López Gutiérrez, presentó su examen profesional en la Facultad de Música de la UNAM, con un concierto de piano que los sinodales calificaron de impecable y otorgaron la mención honorífica.

Regeneración, 13 abril 2017.- Hace unos días, el joven invidente José Antonio López Gutiérrez (Ciudad de México, 1988), presentó su examen profesional en la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con un concierto de piano que los sinodales calificaron de impecable y le otorgaron la mención honorífica al alumno.
La noticia corrió como pólvora en la comunidad universitaria y causó orgullo entre los estudiantes.
Toño, como lo conocen sus compañeros, es invidente. A mediados de los años 90, era complicado hallar una escuela de música en la Ciudad de México. La madre de Toño se enteró de que en la Escuela Nacional de Música de la UNAM, hoy convertida en facultad, la maestra Adriana Sepúlveda instruía a pequeños con alguna discapacidad.
La profesora Adriana aplicó una prueba a José Antonio. Le pidió que tocara algo. El pequeño eligió Danubio azul, de Strauss, pieza que había aprendido de oído. Cuando Sepúlveda lo escuchó, dijo al niño de nueve años y a su madre, sin más preámbulos: Los espero el próximo lunes para comenzar a trabajar.
Toño obtuvo el título de licenciado en música, especializado en piano, con un recital inolvidable para los que asistieron: los 12 preludios y fugas del Clave bien atemperado volumen uno de Johann Sebastian Bach (1685-1750), el cual fue perfecto, sin una nota falsa, como consta en actas.
El concierto duró poco más de una hora, recibió una larga ovación, además de mención honorífica del jurado. Luego de rendir protesta, fue agradecer a la UNAM por abrir sus espacios educativos a alumnos invidentes y se comprometió a engrandecer el arte musical.
De acuerdo a la entrevista que concedió al diario La Jornada, José Antonio reconoce que le costó trabajo encontrarle el gusto a la música académica, fue difícil acostumbrar mi mente y mis oídos, pero no me tomó mucho tiempo. A los 11 años de edad ya me habían atrapado Chopin y Mozart. Fue otro mundo. Con el tiempo me comenzaron a gustar también los compositores mexicanos, como Manuel M. Ponce.
Dice tener aprendidas unas 15 o 20 obras, prosigue. “Por supuesto he estudiado miles, y para presentar un concierto tendría que estudiar algunas con anticipación.
“Desafortunadamente en México hay poca musicografía braille. Tenemos que solicitar las partituras al extranjero y a veces es muy tardado, por lo que en ocasiones debemos transcribirlas, lo cual también toma mucho tiempo.
“Por ahora me ha funcionado tener la ayuda de alguien y trabajar de oído, pero hay partituras que lleva hasta dos años estudiar, pues hay que memorizarlas. “Esa fue la principal dificultad a la hora de estudiar: buscar a alguien que me ayudara y tener que adaptarme a sus horarios para que pudiera leerme.
Toño prefiere hablar de las cosas que disfrutó durante sus estudios en la Facultad de Música: Lo mejor de estos años en la UNAM fue la convivencia con los compañeros, y con los maestros, por supuesto, porque me tocaron siempre profesores muy accesibles, con una forma de dar clases amena y apasionante. También llevé materias teóricas, hubo que leer mucho.
La madre de José Antonio, Teresa de Jesús, es su incansable compañera. Ella debió aprender a leer partituras para acompañar los estudios de su hijo, lo que disfrutó porque en su juventud incursionó en la música; tocaba el acordeón.
“Mi mamá siempre creyó en mí. Aunque no siempre sucede que los padres apoyen. Por ejemplo, soy maestro de una banda de músicos, pero ninguno de los integrantes se dedica profesionalmente a la música, porque en sus familias todavía creen que de la música no se vive. Los apoyan para estar en la banda, pero a cambio les exigen estudiar otra carrera.
Prosigue, “por eso recomiendo siempre a los padres que crean en sus hijos si tienen la vocación de la música o cualquier otro talento, sean ciegos o no. Hay que atreverse, que no se desanimen, que los apoyen; eso es invaluable.
El siguiente reto de José Antonio López Gutiérrez consiste en cursar la maestría en órgano, instrumento que le parece “muy imponente, sobre todo cuando se manejan los pedales; hay que tener bien localizadas las notas para poder tocar, y además utilizar los pies para tocar una melodía. Eso me impresiona, quiero investigar y aprender al respecto.
“Luego de la maestría en órgano quisiera hacer mi doctorado en clavecín. Experimentar, trabajar y poder compartir mis conocimientos es lo que sigue después de haber obtenido la licenciatura. Los músicos debemos seguir luchando para que nuestra profesión sea más valorada. Creo que vamos ganando”, concluye.

Con información de La Jornada