Por: Victor Manuel Torres
Para cualquier espectador resulta difícil desatender la banda sonora (soundtrack, le llaman) de una película. Perogrullo remataría la sentencia anterior con un “y cuantimás si la banda es buena”. Así, hemos conocido la obra musical para cine de verdaderos pilares de la industria, como John Williams (Tiburón, E.T., Star Wars), Hans Zimmer (Thelma&Louise, Rain Man, Black Rain, El rey león), Ennio Morricone (El bueno, el malo y el feo, La misión, Cinema Paradiso), Nino Rota (La Strada, La dolce vita, Amarcord), Vangelis (Carros de fuego, Blade Runner), Danny Elfman (Beetlejuice, Mars Attacks!, Sleepy Hollow), Henry Mancini (Hatari, La Pantera Rosa, Días de vino y rosas, Breakfast at Tiffany’s), Maurice Jarre (Doctor Zhivago, La sociedad de los poetas muertos, Gorilas en la niebla, Atracción fatal).
También de otros genios como Alexandre Desplat (La chica danesa, El discurso del rey), Alan Menken (La sirenita, Aladino, La Bella y la Bestia), Basil Poledouris(La Laguna azul, Conan el bárbaro, Robocop) o Franz Waxman (Rebecca, La ventana indiscreta) o Thomas Newman (American beauty, Cinderella man). Hasta aquí una pequeñísima lista en la que también destacan nombres como John Barry, James Horner, Howard Shore y Jerry Goldsmith, por mencionar sólo a un puñado de músicos que le han dado su impronta imborrable –y absolutamente identificable– a algunas joyas cinematográficas del planeta.
Pues bien, todo lo anterior es un evidente contrapunto con lo que sucede actualmente en las series de cualquier canal de televisión (de paga, desde luego) o plataforma digital. Sin ánimo de generalizar, supongo que ya se acabó esa tradición de encargar una banda sonora específica para darle fondo musical a una historia contada por televisión. Lo de hoy es tomar como base el universo musical existente (antiguo o contemporáneo), producido por agrupaciones o cantantes de cualquier época, género o tendencia.
Como ejemplo, uso lo que escribí en este mismo espacio en agosto pasado acerca de la segunda temporada de Luke Cage, en cuyo caso no existe una banda sonora creada específicamente para esta serie sobre este súperhéroe afroamericano, sino que la música de fondo fue encargada a Adrian Younge y Shaheed Muhammad, que a su vez tomaron piezas clásicas del blues, del rhythm and blues y del reggaemás contestatario para complementar las escenas del relato televisivo. En ese selección aparece la obra de celebridades de la talla de Roy Hawkins, B.B. King, Aretha Franklin, Nina Simone, Eric Clapton, Willie Nelson, Jeff Beck, Creedence, Slash, Tracy Chapman, Annie Lennox y Diamanda Galás. También de James Brown, The Notorious B.I.G., Faith Evans y, desde luego, la célebre y jamaiquina familia Marley. En fin, que me parece una espléndida muestra de música que alude a la negritud y, sobre todo, la reivindica.
Pero hay otro caso reciente. Se trata de la serie The Umbrella academy, estrenada hace un par de semanas en la plataforma Netflix y que en realidad es una versión televisiva del cómic homónimo publicado por el sello Dark Horse Comics desde 2007. A mí, particularmente, la serie me pareció entretenida. Trata sobre los integrantes separados de una familia disfuncional de superhéroes —Monocle, Spaceboy, Kraken, Rumor, Séance, Number Five, Horror y White Violin—, quienes, muy a su pesar, deben enfrentar una peculiar amenaza: el apocalipsis.
El creador de la adaptación para TV de la serie se llama Steve Blackman y él mismo eligió cada pieza junto al compositor, guitarrista y cantante Jeff Russo. De esa mancuerna salió la idea de incorporar, por ejemplo, fragmentos del musical El fantasma de la ópera, de Andrew Lloyd Webber, interpretados esta vez por la violinista pop Lindsey Stirling. Asimismo aparecen piezas tan conocidas como la revolucionada Istanbul, del grupo estadunidense They Might Be Giants, o la archiconocida Don’t stop me now, del nunca olvidado Queen.
También, la ochenterísima canción I think we’re alone now, uno de los pocos éxitos de Tiffany, otra de las efímeras reinas del pop norteamericano. O Shingaling, no el clásico rumbero de Poncho Sánchez, sino la alegre melodía plena de beats saltarines y letra en español del DJ polaco Tom Swoon: “¡Mira cómo mueve la cintura y también los pies..!”.
Asimismo, está incluida la dulcísima y nostálgica canción Never tear us apart, del también ochentero y famoso grupo australiano INXS, pero en la serie es interpretada por Paloma Faith, la diva londinense del soul. Su letra es sombría, pero busca la luminosidad del amor en todas las formas, sobre todo aquella que echan de menos las relaciones rotas, incluso las familiares: “No me preguntes / lo que tú sabes que es verdad. / No tengo que decirte / que amo tu precioso corazón. / Yo estaba de pie, / tú estabas ahí. / Dos mundos chocaron / nunca podrían separarnos”.
En la selección se incluye a la mítica banda californiana The Doors (con Soul Kitchen), a Toploader (Dancing in the moonlight), a Radiohead (Exit music), a Heart (Barracuda), al cantautor inglés David Gray (This year’s love), a la banda indie y folk estadunidense Big Thief (Mary), así como la súper conocida canción Happy together, de The Turtles, pero esta vez en la versión de Ray Toro y Gerard Way, vocalista de la banda My Chemical Romance y, dato fundamental, creador del cómic The Umbrella Academy.
Por último, sobresalen dos apariciones especiales: una es el propio Jeff Russo, que compuso Vanyas Orchestra (cuya melodía anuncia el fin del mundo) y el genial maestro alemán J. S. Bach, que aparece a través del también germano David Garrett, un violinista más bien pop que “presta” sus acordes para las escenas de Ellen Page, quien a su vez interpreta a una violinista con ciertos poderes sobrehumanos que son la clave del temido Armageddon, verdadero protagonista de la serie.
No sé si desaparecerá esa tradición fílmica de encargar a un gran compositor una banda sonora original, pero quienes hoy musicalizan las series de televisión a partir de piezas ya creadas (famosas o no) suelen hacer una espléndida labor de selección.